Culpa culpita… ¿Si Sigmund Freud no hubiera existido se habría producido el nacimiento del psicoanálisis? ¿Si Hitler no hubiera nacido se habría producido el movimiento Nacional Socialista en Alemania? ¿Sin Garibaldi habría sido posible la unificación italiana?
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En alguna circunstancia probablemente todos hayamos pospuesto algo que teníamos planeado hacer, o que era necesario, por una labor más agradable o simplemente hemos usado como excusa un «deber ineludible» para retrasar su ejecución.
Este hecho, como cualquier conducta, cuando se convierte en recurrente puede llegar a ser un hábito. El hábito de diferir o posponer la ejecución de tareas que deberían ser atendidas se llama procrastinación y puede convertirse en un verdadero problema cuando nos lleva a vivir en el filo de la navaja del tiempo de ejecución de las tareas.
Funciona como el efecto dominó… una ficha es derribada y derriba la siguiente en un movimiento continuo. Comienza con una percepción, con una emoción o con un pensamiento, y a partir de ahí empieza esta caja de resonancia.
La ansiedad es una respuesta conjunta del pensamiento, el cuerpo y la conducta ante un estímulo que es evaluado como peligroso… esta es la definición académica, pero ahora hago referencia a un estado de hipervigilancia y de detección de posibles anomalías que nos alejan de la tranquilidad, de la homeostasis.
La falta de confianza y la necesidad de restitución son dos de las consecuencias más comunes tras una infidelidad. Aunque se dan a la vez, cada una funciona de forma distinta y afectará a la pareja de forma distinta.
La falta de confianza, cuando se produce, crea una sensación de inseguridad y de desamparo porque se ha caído uno de los pilares en los que se había construido la vida de la pareja. La sensación de alienación del otro, al compartir con otra persona algo que creía privativo de su relación, le sitúa en una posición de desigualdad emocional, ya que recibe reforzamiento de dos personas cuando la pareja sólo la está recibiendo de una.
La apertura de una sola parte de la relación produce un desequilibrio que necesariamente quiere compensar la parte agraviada. El problema se produce cuando esa persona se da cuenta de que por sí misma no puede reequilibrar la situación a menos que quien abrió la relación no ponga de su parte, y una condición necesaria es que rompa la relación que originó ese desequilibrio.
Ésta es una sana petición a priori no lo es tanto cuando en juego hay algo más que una aventura fuera de la pareja. Cuando el nuevo vínculo fue establecido sobre unas bases que siguen estando presentes en la actualidad se complica bastante el mosaico, ya que no es tan sencillo desmontar una relación laboral o social como una relación que se creó al margen de estos pilares vitales.
Quien ha apostado por seguir con su pareja cree que con esa decisión ya ha solucionado la mitad del problema, y que el resto simplemente es día a día ir construyendo, pero se equivoca en una parte. La sensación de agravio y la búsqueda de compensación, la reivindicación y el reconocimiento que espera la parte agraviada son piezas que no se pueden obviar para iniciar la reconstrucción.
Es distinto cómo se afronta el replanteamiento de la pareja tras una infidelidad dependiendo del lado en el que se esté… pero si se ha optado por continuar la relación en pareja conviene tener claro que sólo hay dos partes, la de la persona que ha iniciado y mantenido una relación paralela y la de la persona a la que esta relación le ha sobrevenido. No hay más partes.
Conviene aclarar este punto ya que desde el lado del infiel puede producirse la fantasía de que es posible articular las dos relaciones paralelas cambiando la naturaleza de la iniciada en segundo lugar. Algo así como no cortar el contacto de amistad sin ninguna otra finalidad que seguir manteniendo a alguien importante en su vida. Una relación satisfactoria y para nada relacionada con la pareja que está intentando salvar… ese es su lado de la cama.
Desde el lado de quien se ha visto apeado de su tranquilidad de pareja, la relación paralela tiene mucho más importancia que para quien la vivió, y es más trascendente. Implica que no se puede pasar página porque esa persona se mantiene en contacto con su pareja, no forma parte del pasado de su pareja sino de su presente… y eso hace que el presente siga doliendo.
Definitivamente no ayuda a retomar la confianza en la pareja que siga dando señales de vida quien la puso en peligro. Pero además hay un aspecto que no se debe obviar. El desagravio y la sensación de que merece una restitución. La idea de haber sufrido una injusticia conlleva la necesidad de resarcimiento, y eso pasa no tanto por que el otro abandone la relación paralela como por que queme sus naves, por que se identifique con sus sentimientos y en consecuencia, por que la reconozca como pareja y como proyecto claro de futuro, de único futuro. Una especie de vuelta al núcleo de la pareja sin distracciones para ninguno de los dos.
La falta de confianza puede paliarse con un reencuentro y un proyecto revitalizado de futuro, con un volver a creer en la relación, pero mientras no haya un corte abrupto en la relación finalizada no se puede empezar a construir. La herida no se deja secar y el reproche llama a la culpa que se entiende como lástima, y la lástima poco tiene que ver con el amor. Colocar a cada persona en su sitio es una buena forma de finalizar algo para empezar a construir algo nuevo, algo reforzante para todos los miembros de la pareja, que sólo son dos.
De repente un día dejan de funcionar las reglas que nos servían, nos sentimos divididos y extraños de nosotros mismos, frágiles y perdidos.
Tenemos, por un lado, la inercia vital que nos ha llevado a donde nos encontramos y nuestra vida tiene sentido porque la vivimos intensamente. Somos jóvenes rondando la cuarentena, tenemos éxito y llevamos la vida que ya elegimos en su momento… pero, por otro lado, hoy nos plantamos delante de dudas que no nos habíamos planteado hasta ahora.
Una de las primeras preguntas que me suelen hacer en terapia sexual es cuál es la frecuencia normal con la que se mantienen relaciones sexuales, sobre todo, digo yo, para ubicarse y tener una referencia de la gravedad de su caso con un dato «objetivo». Mi respuesta siempre es la misma:
“Entre una vez al año y siete veces al día. Menos de una vez al año podría considerarse falta de interés y más de siete veces al día de forma continuada puede tener efectos perjudiciales para la salud, sobre todo si se produce eyaculación en todas ellas.”
Es un varón.
Ser varón significa muchas cosas… por el mero hecho de que en un momento de la gestación se castre un alelo que potencialmente podía haber seguido su desarrollo hacia un cromosoma X, pero que por la acción de determinados genes se manifestó como Y, masculino, podemos decir que existe un pequeño hombrecito creciendo dentro de la tripa de mamá a las dieciséis semanas de gestación. En esencia, cuando el bebé sale del cuerpo de su madre lo primero que se mira es la entrepierna del chiquitín en busca de su atributo definitorio, a mucho antes del nombre… Es un varón.
La etiqueta está puesta y, como un corazón tallado a navaja en la corteza del árbol, se irá desarrollando y amoldando al paso del tiempo en círculos concéntricos de crecimiento troquelado por el afilado diagnóstico.
Sí, ser varón significa que el llanto es prueba de debilidad porque no se soporta el dolor. Porque sólo se llora por dolor. La expresión emocional básica queda así empobrecida y dirigida a la consecución de objetivos.
Hay dos grandes motivadores universales, el placer y el dolor… Universales porque se dan en todo ser vivo conocido. Desde una ameba hasta una planta, desde un hámster a un ser humano, todos los seres tienen una tendencia natural a buscar el placer y a evitar un dolor.
Placer y dolor son, muchas veces, las caras opuestas de la misma moneda, ya que, por un lado, el dolor producido por la necesidad desaparece cuando el placer de satisfacer la necesidad llega finalmente; pero por otro lado el placer cuando cesa, o cuando aunque se esté disfrutando se anticipa que puede finalizar, da paso al dolor asociado a la pérdida.
La multitarea afecta directamente a la productividad y a la eficiencia de las personas, haciendo la vida más estresante.
Este artículo está dedicado a aquellas personas que creen en una vida a “altas velocidades” y es más, que están muy orgullosas de ser capaces de combinar varias tareas de trabajo con cualquier tipo de actividad de su vida personal.
¿Por qué hay ocasiones en las que todo el mundo necesita un psicólogo?
Desde hace algunos años, el psicólogo ha tomado su espacio en nuestra sociedad, y ya no es algo tan raro usar de sus servicios. No obstante lo anterior, hay una serie de ideas bastante extendidas como las que siguen:
- Si una persona va al psicólogo es porque «ha perdido la cabeza»,
- Porque se «ha rendido ante sus problemas, es débil y digno de compasión».
Ideas, en fin, no demasiado positivas que producen un estigma social percibido
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RAÚL PADILLA
Psicoterapeuta, terapeuta sexual y de pareja.
Psicólogo, sexólogo, terapia de pareja y terapia sexual presencial en Madrid, online, telefónica y a domicilio, Colegiado número M-15131 del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Director psicólogo Psicantropía.
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