Desde el inestable NetMeeting y su engorrosa pizarra compartida de trabajo. Pasando por el Icq, que tenía la particularidad de leer letra a letra a la otra parte. Pasando por el messenger que introdujo la posibilidad de integrar charla escrita, audio e imagen.
Hasta hoy, donde la tecnología (que no es ya ni nueva ni elitista), se ha ajustado a los requerimientos con los que en un inicio soñábamos quienes creímos que el proceso terapéutico online era una alternativa viable y un complemento posible a la terapia psicológica convencional.
El uso de internet como complemento a la terapia en gabinete lleva utilizándose ampliamente desde hace años. Permite una vía de comunicación que simplifica el envío y recibo de registros, tareas para casa y comunicación en caso de crisis, u otros. El correo electrónico es de uso prácticamente universal. Nos comunica cómodamente y permite el envío de ficheros e información. Esta info, bien en sí mismos pueden servir para la solución de un problema o consulta puntual, o bien pueden apoyar una relación terapéutica en gabinete u online.
Al principio sólo existía la palabra escrita
La comunicación escrita es en sí misma terapéutica. Abre el espacio a la propia reflexión y plasma datos de forma más directa que la comunicación oral. Es como escribir en un diario. El proceso favorece una apertura basada en la confidencialidad y la sensación de no ser juzgado, y lo innecesario de buscar una aprobación externa. La distancia física respecto al terapeuta en este caso favorece el proceso de cambio.
El uso del chat, o comunicación escrita a tiempo real, tiene la ventaja de que quien lee debe esperar a que el cursor deje de avisar que la otra parte está escribiendo y leer el texto completo antes de responder. Este hecho hace que la comunicación, que en un primer momento parece ser ralentizada, cobra un valor añadido. No se aventuran posibles sentidos a una percepción parcial del mensaje. Se lee la totalidad del mensaje antes de iniciar el proceso de elaboración de la respuesta. Esto facilita el poder empático de la persona y por ende, la relación efectiva.
Uno de los handicaps con los que se encontraba nuestro proyecto era la carencia de información no verbal que disponemos a la hora de intervenir online frente a la terapia convencional cara a cara. La falta de un referente visual y auditivo era un problema. En una ponencia brillante nos quedó claro que la limitación visual no debería ser considerada como determinante, y de ello era buena prueba el Dr. Ramón Corominas. A pesar de su discapacidad visual ejercía al más alto nivel la psicoterapia, y era miembro de varias asociaciones de renombre en su campo. Pero este ponente dudaba seriamente de que la psicoterapia pudiera llamarse así sin un referente próximo de la persona como es la voz.
La superación del hándicap visual
La limitación visual quedó parcialmente superada con la difusión de las cámaras web, y la voz con el empleo de programas que emulaban a la perfección la conversación telefónica con videoconferencia. Con Skype se abrió la puerta a la intervención mixta online, usando la voz, el correo electrónico y el chat escrito.
La universalización de los smartphones, que posibilita el uso de herramientas de comunicación impensablemente potentes hace apenas cinco años abre un nuevo horizonte a la psicoterapia con videoconferencia, que en esencia está basada en la comunicación.
El código deontológico del COP exige que se aseguren las condiciones de confidencialidad y secreto del contenido del proceso terapéutico. Ese era uno de los problemas con los que más nos costó lidiar. Porque la red de redes debía tener las mismas garantías que un despacho cerrado o que una caja de seguridad para documentos, para que nos sirviera para garantizar estas condiciones. La encriptación de las comunicaciones y el uso de identidades ad hoc permiten una relación segura y un tránsito ininterrumpido y eficaz durante todas las facetas del proceso terapéutico; desde las sesiones de videoconferencia hasta los mensajes de correo electrónico.