El apego y su relación con el amor.

Cuando hablamos de tipos de apego, ¿a qué nos referimos?

Los tipos de apego son los distintos modos en los que nos acercamos afectivamente a las personas significativas de nuestra vida según nuestra experiencia temprana con nuestras figuras cuidadora de referencia. Exploraremos el apego y su relación con el amor.

¿Cuál es el origen del apego?

La palabra Apego proviene de dos raíces latinas; Ad (hacia) picare (unir o pegar). Es decir, el apego sería la forma en la que nos dirigimos hacia la unión; cómo creamos un vínculo afectivo. El apego fue investigado por Bowlby en relación con cómo los niños pequeños buscaban amparo y protección en sus adultos de referencia en situaciones críticas. Descubrió que la variable principal que incidía en el apego, en la vinculación emocional de los niños, era la forma en la que la persona cuidadora de referencia respondía a su demanda afectiva. Estas interaccione repetidas o experiencias tempranas de apego hacen que la mente del niño se acostumbre a trabajar de una forma determinada a la hora de relacionarse. Se crean representaciones mentales de la forma en que éstos se relacionan afectivamente con el mundo. Es más, en esta temprana edad se determinará el modo social de funcionamiento de la personas en la edad adulta.

Vamos a hablar de los siguientes tipos de apego.

Inicialmente Bolby

diferenció entre dos formas de apego:

Apego seguro, caracterizado por la presencia de una persona cuidadora que expresa cariño y atención incondicional, espontáneamente o incluso para satistafer las peticiones de los niños. Los niños que han desarrollado un apego seguro se caracterizan por la seguridad y confianza tanto en la expectativa de cuidado como a la hora de explorar el entorno.
Apego inseguro, sucede cuando la figura de referencia tiene ciertos déficits en el cuidado del pequeño que hace que el pequeño desarrolle creencias sobre la realidad acordes con esa pequeña interacción generalizándolas al resto de relaciones como una hipótesis de partida. El apego inseguro produce inseguridad y descinfianza.

En un segundo momento Mary Ainsforth,

dependiendo de dónde recaiga la desconfianza y la inseguridad del pequeño (en sus capacidades o en las de la persona cuidadora), describió dos tipos de apego inseguro:
Apego ansioso-ambivalente, en el cual la desconfianza del niño recae sobre sí mismo y su capacidad para obtener lo que necesita aunque confía en que desde el expetior puedan cubrir sus necesidades. La figura de apego cubriría a veces y otras no las necesidades, reforzando intermitentemente al niño y creando la necesidad de buscar la presencia de forma permanente al anticipar su ausencia.
Apego Evitativo, en el cual el foco de desconfianza está en el exterior, por lo que intenta evitar la intimidad y cercanía para no sentirse defraudado pero se mantiene la creencia en que puede confiar en sí mismo y sus aptitudes para cubrir sus necesidades.

Y, finalmente, Main y Solomon

describieron un tercer tipo de apego inseguro, el apego desorganizado, según el cual la desconfianza y el mal concepto recae tanto en él como en quien le rodea. Se produce cuando la figura de apego por un lado satisface sus necesidades, pero por otro también es alguien a quien el niño teme y de quien debe protegerse. Suele tener relación con sucesos traumáticos y determina el apego y su relación con el amor.

Apego Seguro

Estas personas aprendieron a confiar y a tener seguridad en sí mismos en interacción con las personas que les brindaron su atención incondicional. Creen en sí mismas y en sus capacidades porque antes creyeron en ellas sus cuidadores. Son aspectos definitorios de este tipo de apego la mejor gestión emocional, que se manifiesta en un abanico de habilidades sociales más amplio, un mejor afrontamiento de eventos traumáticos y una autoestima más quilibrada. Tienen unas expectativas realistas con respecto a lo que pueden esperar y no sienten miedo a la intimidad y a la apertura emocional. Se muestran disponibles y sienten que la otra persona está disponible sin necesidad de comprobar continuamente si puede contar con ella o no. Para ellas, la relación equilibrada y sana es considerada como normal y deseable. Brindan un clima de independencia que no es vivida como desamor sino como la expresión de la individualidad a la vez que se crea una intimidad en la que se siente a gusto de compartir y expresar sus necesidades. Desarrolla relaciones duraderas y de confianza.

Apego Ansioso-Ambivalente

Estas personas aprendieron a depender emocionalmente de su cuidador, a quien buscan continuamente y de quien se sienten arrancados durante las separaciones. Es el apego más habitual en nuestra sociedad, pero no por eso es el más recomendable. Coincide casi a la perfección con el perfil del amor romántico con la presencia de celos, angustias, dobles juegos, desconfianzas e inseguridades. no suele haber una estabilidad en la expresión emocional a lo largo de las relaciones produciéndose un bombardeo inicial de afectividad que va disminuyendo, a veces de manera dramática y sólo se recupera cuando se siente que la relación está en peligro, vivido como un terror a la separación. Es una repetición de la historia infantil en la que el amor y el cuidado no es incondicional y se usa para la educación bajo la forma de castigos y premios. Este apego preocupado y angustiado por el abandono desarrolla relaciones breves y tormentosas. Son hiperdependientes.

Apego Evitativo

Cuando un niño se acostumbra a que sólo puede contar con él mismo desarrolla las capacidades emocionales y crea una representación mental en la que no puede confiar ni depender de los demás. Esto produce un alejamiento emocional y muchas veces físico de las personas de referencia e, internamente la duda sobre si es o no amado por la persona de referencia, lo que crea una desconfianza en sí mismo. El apego aquí es muy débil, no hay una relación afectiva profunda ya que se evita que surja para evitar el dolor de que no sea efectiva. La falta de interacción emocional hace que no se desarrollen demasiado las habilidades sociales necesarias para detectar y disfrutar de las muestras de afecto de los demás, con lo que es difícil que se pueda profundizar en una relación. Afectivamente son rechazantes, no se sienten cómodos recibiendo ni dando cariño espontáneo, guardan prudenciales distancias. Los problemas de falta de conexión y de comunicación en la pareja son hándicaps con los que, si no se sabe lidiar, se pone en peligro la supervivencia de la pareja. Son hiperindependientes.

Apego Desorganizado

No todas las personas que son cuidadoras principales de un niño están capacitadas para ello. El apego que establecemos de niños determina nuestra forma de amar de adultos. Hay veces en las que la misma persona de la que depende un niño para sentirse seguro y cuidado es la que le produce un intenso malestar o miedo. En este caso de produce este tipo de apego, que crea el esquema mental de que aquella persona a quien amamos en cualquier momento nos puede hacer daño, y así se produce una doble relación simultánea de acercamiento y alejamiento en cuyo caos el sentido de la propia identidad o la imagen de quien es objeto de apego se ve afectada. Este estilo de apego suele acompañar a alguna patología psiquiátrica y resulta muy complicado a la hora de establecer una relación afectiva sana a medio plazo. Es el prototipo de relación tóxica en la que se engancha otra persona con un apego ansioso, puede ser demoledora.

¿Podemos reparar o cambiar el tipo de apego que tengamos?

El ser humano es un ser social, de hecho al nacer no está todavía acabado de crear como la mayoría de los animales. Será en la sociedad, en el útero social, donde terminará de formarse su sistema nervioso y sus conexiones que conformarán su estructura. La crianza en un sistema de apego hará que nuestra base siga infaliblemente esa hipótesis inicial teniendo en cuenta el apego y su relación con el amor. Amaremos como nos apegamos, es decir:
Podemos confiar en los demás porque son buenos y generalmente no quieren dañarme;
Necesitamos de alguien ajeno a nosotros para poder vivir, porque solos no seríamos nunca felices, o bien.
Debemos mantenernos apartados de quienes nos rodean protegiéndonos porque en última instancia estamos solos en el mundo,o, finalmente
Si siento algo especial por alguien es maravilloso pero lo dulce del gozo precederá a la amargura de la hiel.
Estas formas de amar vienen determinadas por el apego. La experiencia podrá hacer que cambie nuestra forma de expresar el apego dentro de un rango de aceptabilidad social, haremos como si… pero dentro de nosotros sigue estando el niño sano o el niño herido, que busca curarse en el medio, cada cual según su experiencia desde el apego y su relación con el amor.

El artículo ¿Es inevitable sentir despecho tras una ruptura amorosa traumática? escrito por Alicia Cruz Acal en colaboración con el psicólogo Raúl Padilla. Aborda el tema del despecho después de una ruptura amorosa traumática.

El psicoterapeuta y sexólogo Raúl Padilla explica que el despecho tiene una triple respuesta: fisiológica, psicológica y conductual. Fisiológicamente, se trata de un síndrome de abstinencia del cerebro debido a la supresión repentina de lo que la relación proporcionaba. Psicológicamente, el despecho es una reacción ante una situación vivida como injusta, humillante y desengaño, lo que puede generar ira y deseos de venganza. Conductualmente, el despecho puede manifestarse en buscar venganza directa o indirecta, como iniciar una nueva relación para provocar celos.

El despecho involucra aspectos físicos, psicológicos y conductuales que se retroalimentan y pueden dificultar el proceso de superar la pérdida de la persona amada. El despecho es una emoción normal después de una ruptura, especialmente cuando se experimenta traición y decepción. Esto puede afectar la autoestima y generar heridas de apego relacionadas con experiencias previas.

Es importante pasar por las fases del duelo de manera adecuada para evitar consecuencias negativas a largo plazo. El despecho se presenta después de la fase de negación y durante la fase de ira, donde se busca a quién culpar por la infidelidad o la ruptura no deseada. Es esencial gestionar el despecho para avanzar y no quedarse atrapado en la ira.

El artículo ofrece consejos para gestionar y superar el despecho, como practicar la aceptación, el mindfulness y la autocompasión. También se destaca la importancia de valorarse a uno mismo y no vincular el propio valor con la opinión de la expareja. Además, se sugiere realizar ejercicio físico para mejorar la química cerebral y la autoestima. A nivel psicológico, se recomienda dejar de revivir el pasado y reflexionar sobre las señales y errores propios y ajenos. Desde una perspectiva conductual, se enfatiza en cambiar el enfoque hacia nuevas posibilidades y experiencias en solitario y con otras personas que puedan acompañar en el proceso de superación.

En resumen, el despecho después de una ruptura amorosa traumática es una respuesta emocional normal, pero es importante gestionarlo adecuadamente para avanzar en el proceso de duelo y superación. Se deben abordar los aspectos fisiológicos, psicológicos y conductuales del despecho, y se brindan consejos prácticos para enfrentarlo de manera saludable.

Raúl Padilla, psicólogo y terapia sexual individual y de pareja, y Alicia Cruz Acal explican que se deben abordar los aspectos fisiológicos, psicológicos y conductuales del despecho, y brindan consejos prácticos para enfrentarlo de manera saludable.

Enlace del artículo: ¿Es inevitable sentir despecho tras una ruptura amorosa traumática?

Autor: Alicia Cruz Acal

 

Amor líquido y monogamia

El concepto de amor líquido fue introducido por Zygmunt Bauman en su libro homónimo en 2003, en referencia al amor en un mundo globalizado. El término líquido se contrapone a sólido en el sentido de que tradicionalmente era entendido el amor como algo que se construía e iba adquiriendo consistencia, solidez, con el paso del tiempo. La liquidez amorosa actual implicaría al afecto como un producto manufacturado para su uso sin pérdida de tiempo. La dedicación que implica profundizar en una relación y su cristalización conlleva inevitablemente una palabra que suena con estridencia en el entorno actual: renuncia.

Leer más

El psicólogo y experto en sexología Raúl Padilla colabora en La Vanguardia en el artículo «‘Citas slow’ o amor a fuego lento: la nueva tendencia que se impone entre los jóvenes«, escrito por Estefanía Grijota.

¿A quién no le gusta que se interesen por su vida, por sus emociones, que se preocupen de su día a día, que amen sus gustos, y que en ese intercambio, una relación crezca y se establezca de manera natural en base a lo verdadero, lo genuino? Y es que el amor es todo un arte que evoluciona con el tiempo. Una de las tendencias ahora entre los más jóvenes es vivir un potencial romance de manera pausada, calmada y bajo el lema del clásico y eterno “poco a poco”. ¿O acaso ya se extinguió el tiempo para el amor?

Leer más

Educación sexual y afectiva. Desde que nacemos nos enfrentamos a una dialéctica con el mundo y empezamos a aprender cosas sobre nosotros y sobre lo que nos rodea. Este aprendizaje, lo realizamos de la experiencia directa y por medio de personas que nos dicen cómo somos, qué somos y qué nos encontramos en nuestra relación con el mundo. A nivel intelectual, social, físico o emocional la información que nos llega suele apoyar nuestro empoderamiento y capacidad resolutiva. Nos pone a los mandos de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, pero a nivel sexual se queda bastante corta, cuando no, contraproducente.

Leer más

El Covid apareció de golpe en nuestra sociedad. Al principio parecía que la magnitud que se le otorgaba era exagerada, al saber que en China se estaban construyendo gigantescos hospitales en tiempo récord para mitigar sus efectos. Se fue convirtiendo en una crisis que modificó la forma que teníamos de relacionarnos con los demás y con el entorno. Todo cambio genera incertidumbre. Cuando este cambio, además de no ser buscado, nos es presentado y lo compramos como algo aterrador, el efecto de esa nueva realidad sobre la mente de las personas puede ser devastador.

 

Tres han sido los factores que han producido el cambio biopsicosocial que ha acarreado el Covid. Por un lado el desconocimiento de su naturaleza y efectos. Esto activó el miedo. Por otro lado y a consecuencia de la anterior, la desinformación o sobreinformación, que abrió la caja de la ansiedad. Finalmente apareció el confinamiento con sus consecuencias económicas, sociales, físicas y psicológicas, que trajo la indefensión.

La deminización del Covid 19

El Covid era la encarnación del mal, era lo peor que podía pasar, se le satanizó y sólo parecía existir en el mundo su presencia o ausencia. Para combatir el miedo ante la nueva enfermedad se creó una especie de estado de guerra contra el virus con dos frentes. Uno profiláctico intentando controlar todas las variables relacionadas con el contagio; y otro físico limitando el contacto entre personas mediante un aislamiento social. El aislamiento social fue una medida implementada para salvar vidas, pero el coste para la salud mental fue alto.

 

Se activó una sensación de necesidad de control, a veces compulsiva, de todas las variables relacionadas con la enfermedad. Inicialmente para no contraerla y en segundo lugar como forma de control social al responsabilizar a quien no controlaba dichas variables de la puesta en peligro de la vida de los demás.

 

Se mantenía un estado de alarma interno en las personas. Lejos de ser aliviado con la presencia de datos objetivos que ayudaran al distanciamiento del motivo de dicha alarma, era potenciado desde el entorno inmediato y desde los medios de comunicación: era el tema de conversación estrella. La alerta puede mantenerse mientras se está en crisis, pero cuando la crisis se mantiene durante el tiempo suficiente deja de ser crisis y se convierte en un estado. La persona debe adaptarse a él si no quiere desarrollar patologías psicológicas relacionadas con su resistencia a la aceptación. Debe aceptar una realidad que se ha instaurado y que no cambiará ni a corto ni a medio plazo.

Adaptándonos a la nueva realidad

Hubieron distintas formas de adaptación a la nueva realidad. Algunas de ellas tan resilientes que tuvieron un efecto contrario, viviendo la vuelta a la “normalidad” con una cierta resignación. Hablo de aquellas personas que entendieron esta crisis como una oportunidad y trabajaron en su autocuidado. Se dedicaron a si mismas cuidando su alimentación, sueño y haciendo ejercicio físico, evitando sustancias nocivas como el alcohol o las drogas. Dedicaban un tiempo a relajarse, meditar o desconectar. Eran personas que entendieron que era una ocasión única para invertir en su higiene mental.

Podían mantener la mente ocupada en pasatiempos u otros proyectos, estableciendo prioridades y tiempos para sus objetivos. Podían evitar sobreexponerse a los medios de comunicación así como a las pantallas en general: móvil, táblet, ordenador. Podían establecer y mantener una rutina diaria. Aprovecharon este tiempo en socializar tomando la iniciativa y siendo proactivos a la hora de ofrecer ayuda a sus amigos, familiares o vecinos. Establecieron una red social con el apoyo de la tecnología, recibiendo y dando apoyo social, las dos caras de la misma moneda: saber que hay alguien al otro lado.

Consecuencias psicológicas del Covid 19

Desgraciadamente, muchas personas no se adaptaron tan eficientemente y sufrieron alteraciones psicológicas que en ocasiones traspasaron la barrera de lo patológico.

Así había una sensación de indefensión ante el Covid y necesidad de control sobre la posibilidad de contagio. Este hecho activa el sistema de alerta de forma casi continua con el coste emocional que ello tiene. Un coste medido en niveles de ansiedad y de desesperanza, indefensión… antesala de la depresión.

En este entorno era común la presencia de rumiaciones, muchas veces de forma automática, de pensamientos recurrentes sobre la posibilidad de contagio o la muerte propias o de familiares.

Como parte de la lucha contra el enemigo una herramienta era la higiene, pero se dio también la presencia de rituales de limpieza. Rituales compulsivos, que iban más allá de las recomendaciones razonables tendentes a minimizar un riesgo sobre el que no se tenía control.

Aparecieron también problemas de sueño, bien por la desorganización del mismo o por la presencia de pesadillas. Estas eran consecuencia de la activación continua del sistema de alarma y de los pensamientos intrusivos.

A nivel cognitivo se dio una sensación de bloqueo que afectaba tanto a la concentración como a la toma de decisiones. Se aumentaba la sensación de falta de control y perpetuaba el círculo de la ansiedad. Esta ansiedad mantenida durante mucho tiempo era acrecentada a diario por el bombardeo de más y más estímulos desde los medios de comunicación y el boca a boca que la hacían más real si cabe. Esta amenaza producía un estado basal de nerviosismo que empañaba todo lo que rodeaba la vida de las personas y, en ocasiones podía favorecer al aparición de ataques de pánico.

Después de la pandemia

Han sido muchas las víctimas de esta pandemia. Muertes, familiares de las mismas, personal sanitario… La repercusión que tendrá el Covid en el conjunto de la sociedad aún estamos lejos de poder valorarlo. Pero a nivel psicológico se han producido modificaciones en nuestra forma de percibir y relacionarnos con las otras personas. Modificaciones en cómo establecemos los vínculos, especialmente en la infancia. La brecha que se inició el quince de marzo del año 2020 ha creado una nueva realidad con nuevas formas de pensar, sentir y actuar.

El psicólogo Raúl Padilla colabora con Cuidate Plus en el artículo «Ronquidos: una tortura en la cama (con solución)«.

Los ronquidos son una forma de martirio psicológico diario. Sobre todo cuando son fuertes y descontrolados, y cuando la persona que los escucha tiene problemas para conciliar el sueño. Entonces se da una mezcla explosiva. Por un lado, tenemos a alguien que duerme a pierna suelta y no se entera de nada y por el otro a una persona con los ojos vidriosos de estar toda la noche intentando conciliar el sueño.

Un buen descanso es vital para la salud mental de las personas. No es lo mismo cuando no se puede descansar lo suficiente por una razón propia (preocupaciones, trabajo, tiempo de ocio, etc.) que cuando alguien no te deja dormir y te está imponiendo la falta de sueño, como en el caso de los ronquidos.

Leer más

El psicólogo y experto en sexología, Raúl Padilla colabora en El País en el artículo «Adolescentes y ‘cyberflashing’: ¿por qué me envías una foto sexual sin mi permiso?«, escrito por Estefanía Grijota.

Cyberflashing; una práctica que consiste en el envío de imágenes sexuales no solicitadas a través del móvil hacia una persona. Un tema que, a priori, podría resultar gracioso o sin demasiada importancia para algunas personas. Pero que esconde una forma de microagresión, si el envío de dicho material no ha sido consensuado primero por ambas partes.

La irrupción visual explícita en el campo perceptivo de la mujer con el fin de encontrar un incremento del deseo sexual por la otra parte, o de recibir fotos a cambio, demuestra una falta de empatía al no considerar a la otra persona en sí, sino como una prolongación de los propios deseos”, explica Raúl Padilla….

Leer más

El sexólogo Raúl Padilla colabora con Men´s Health en el artículo. «¿Hay algún tratamiento casero para la fimosis? ¿funcionan las cremas?«, escrito por Gustavo Higueruela.

La fimosis es un problema originado por la incapacidad de descubrir la cabeza del pene por culpa de la estrechez de la abertura del del prepucio. El procedimiento más habitual para terminar con este problema es la circuncisión. Una operación muy sencilla que consiste en recortar la piel sobrante del pene para dejar el glande al descubierto. Pero también hay otras maneras de tratarla, y para ello hemos consultado con Raúl Padilla, que a continuación nos va a resolver cualquier duda al respecto.

Leer más