El psicólogo y experto en crecimiento personal Raúl Padilla colabora en EL PAÍS en el artículo «Cómo decide nuestro cerebro a quién le echamos la culpa de algo» de ALEJANDRO TOVAR.
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Culpa culpita… ¿Si Sigmund Freud no hubiera existido se habría producido el nacimiento del psicoanálisis? ¿Si Hitler no hubiera nacido se habría producido el movimiento Nacional Socialista en Alemania? ¿Sin Garibaldi habría sido posible la unificación italiana?
Raúl Padilla colabora en codigonuevo.com en el artículo «El Síndrome De Wendy O Cómo Algunas Mujeres Se Vuelven Sumisas Ante Su Peter Pan» de Alejandro Tovar.
“Cómo vas a salir con tus amigas el sábado, si te ha pedido que vayas con su pandilla a ver el partido. Bueno, igual es un buen día para estrenar lo que te compraste en rebajas pero, ¿ponerte esa falda? Impensable, seguro que no le gusta que se te vea tanto la pierna. Otra cosa: que no se te olvide comprar cervezas, que hoy es día de partida con los colegas en vuestra casa. Y el domingo, otra vez a comer con sus padres. Pobre, para una cosa que te pide… ¿no?….»
Raúl Padilla colabora en codigonuevo.com en el artículo «No Permitas Que El Miedo A Que Te Dejen Acabe Destruyendo Vuestra Relación» de Alejandro Tovar.
En alguna circunstancia probablemente todos hayamos pospuesto algo que teníamos planeado hacer, o que era necesario, por una labor más agradable o simplemente hemos usado como excusa un «deber ineludible» para retrasar su ejecución.
Este hecho, como cualquier conducta, cuando se convierte en recurrente puede llegar a ser un hábito. El hábito de diferir o posponer la ejecución de tareas que deberían ser atendidas se llama procrastinación y puede convertirse en un verdadero problema cuando nos lleva a vivir en el filo de la navaja del tiempo de ejecución de las tareas.
Funciona como el efecto dominó… una ficha es derribada y derriba la siguiente en un movimiento continuo. Comienza con una percepción, con una emoción o con un pensamiento, y a partir de ahí empieza esta caja de resonancia.
La ansiedad es una respuesta conjunta del pensamiento, el cuerpo y la conducta ante un estímulo que es evaluado como peligroso… esta es la definición académica, pero ahora hago referencia a un estado de hipervigilancia y de detección de posibles anomalías que nos alejan de la tranquilidad, de la homeostasis.
De repente un día dejan de funcionar las reglas que nos servían, nos sentimos divididos y extraños de nosotros mismos, frágiles y perdidos.
Tenemos, por un lado, la inercia vital que nos ha llevado a donde nos encontramos y nuestra vida tiene sentido porque la vivimos intensamente. Somos jóvenes rondando la cuarentena, tenemos éxito y llevamos la vida que ya elegimos en su momento… pero, por otro lado, hoy nos plantamos delante de dudas que no nos habíamos planteado hasta ahora.
Una de las primeras preguntas que me suelen hacer en terapia sexual es cuál es la frecuencia normal con la que se mantienen relaciones sexuales, sobre todo, digo yo, para ubicarse y tener una referencia de la gravedad de su caso con un dato «objetivo». Mi respuesta siempre es la misma:
“Entre una vez al año y siete veces al día. Menos de una vez al año podría considerarse falta de interés y más de siete veces al día de forma continuada puede tener efectos perjudiciales para la salud, sobre todo si se produce eyaculación en todas ellas.”
Llevamos a una relación de pareja el cúmulo de relaciones que hemos ido construyendo durante toda nuestra vida.
El ser humano como ente individual acaba de formarse fuera del útero materno, a diferencia de otras especies de mamíferos superiores, debido a que no nace lo suficientemente maduro como animal como para tener un mínimo de independencia. Es en este fin de periodo madurativo en el que la cultura se cuela en la programación genética única de la persona y le define como ser eminentemente social.
Es un varón.
Ser varón significa muchas cosas… por el mero hecho de que en un momento de la gestación se castre un alelo que potencialmente podía haber seguido su desarrollo hacia un cromosoma X, pero que por la acción de determinados genes se manifestó como Y, masculino, podemos decir que existe un pequeño hombrecito creciendo dentro de la tripa de mamá a las dieciséis semanas de gestación. En esencia, cuando el bebé sale del cuerpo de su madre lo primero que se mira es la entrepierna del chiquitín en busca de su atributo definitorio, a mucho antes del nombre… Es un varón.
La etiqueta está puesta y, como un corazón tallado a navaja en la corteza del árbol, se irá desarrollando y amoldando al paso del tiempo en círculos concéntricos de crecimiento troquelado por el afilado diagnóstico.
Sí, ser varón significa que el llanto es prueba de debilidad porque no se soporta el dolor. Porque sólo se llora por dolor. La expresión emocional básica queda así empobrecida y dirigida a la consecución de objetivos.
RAÚL PADILLA
Psicoterapeuta, terapeuta sexual y de pareja.
Psicólogo, sexólogo, terapia de pareja y terapia sexual presencial en Madrid, online, telefónica y a domicilio, Colegiado número M-15131 del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Director psicólogo Psicantropía.