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En alguna circunstancia probablemente todos hayamos pospuesto algo que teníamos planeado hacer, o que era necesario, por una labor más agradable o simplemente hemos usado como excusa un «deber ineludible» para retrasar su ejecución.

Este hecho, como cualquier conducta, cuando se convierte en recurrente puede llegar a ser un hábito. El hábito de diferir o posponer la ejecución de tareas que deberían ser atendidas se llama procrastinación y puede convertirse en un verdadero problema cuando nos lleva a vivir en el filo de la navaja del tiempo de ejecución de las tareas.

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