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El devenir natural de las relaciones sentimentales suele encaminar a una vida en común, próxima, familiar, solapada. Esto tiene muchas cosas buenas, desde económica hasta logísticamente. La vida en pareja es algo muy edificante y precioso, y cuando existe armonía y ambos miembros reman en la misma dirección se produce la magia y se multiplica lo bueno mientras disminuye lo malo… aunque puede que desaparezca la chispa del deseo.

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El psicólogo y experto en crecimiento personal y sexología, Raúl Padilla colabora en El País en el artículo «¿POR QUÉ EN VERANO AUMENTAN EL DESEO Y LAS GANAS DE PRACTICAR SEXO?», escrito por Raúl Rustarazo.

Cuando nos sentimos predispuestos a mantener una relación sexual, tendemos a definir nuestro estado como ‘caliente’. Esto es así por mecanismos internos de nuestro cuerpo. Es la revolución hormonal que se produce cuando nos inspiramos -sexualmente hablando-. Esta inspiración –que podemos llamar atracción- hace que, al igual que nuestro rubor facial, otras zonas corporales nos hagan sentir que el calor se apodera de nosotros. “Y si el calor ya está ahí desde fuera, nos será más sencillo avanzar hacia el deseo”, comenta Padilla.

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